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La rueda de la fortuna de Edward Burne-Jones: el destino en manos del azar

Como señaló el propio Burne-Jones: “La rueda de la fortuna no para de girar, impasible, y nos lleva a todos por delante”.

La rueda de la fortuna de Edward Burne-Jones: el destino en manos del azar

Edward Burne-Jones, célebre pintor británico del siglo XIX, plasmó en su obra The Wheel of Fortune (La rueda de la fortuna) una reflexión profunda sobre el destino y la inevitable inclemencia del azar. El artista, conocido por su fascinación con los mitos clásicos y las leyendas medievales, creó en este óleo una representación alegórica que revela una verdad pesimista y perturbadora: la fortuna nos alcanza a todos, sin importar nuestra posición en la vida.

La obra, que hoy se exhibe en el Museo d’Orsay de París, destaca por la omnipresencia de una gigantesca rueda, símbolo de ese destino imprevisible. A su lado, una figura femenina imponente, la diosa Fortuna, domina la escena. Envuelta en una toga que evoca los pliegues detallados de Botticelli, la diosa sostiene la rueda con una expresión impasible. Fortuna, como representación del azar, no muestra piedad ni preferencia, girando la rueda sin importar las consecuencias.

En la parte opuesta del cuadro, aparecen tres figuras masculinas desnudas, dispuestas en diferentes posturas. Un rey, un poeta y un esclavo, aunque separados por su estatus social y poder, comparten un destino común: están atrapados por la rueda de la fortuna. Estas figuras, que evocan la perfección anatómica de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, representan a personas de diferentes ámbitos de la vida, pero que, ante el destino, se ven igualados y arrastrados por el mismo poder imparable.

Edward Burne-Jones
Reino Unido, 1833–1898

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Burne-Jones, al pintar esta obra, no solo puso atención en la simbología, sino también en la atmósfera. La elección de tonos oscuros y apagados, influenciada probablemente por las teorías del color de Goethe, crea una sensación de opresión. Estos tonos marrones y grises contribuyen a una atmósfera asfixiante que refuerza el mensaje pesimista de la pintura: nadie puede escapar de la fortuna.

La obra se convierte así en una metáfora visual de lo inevitable, un recordatorio de que el azar y la fortuna nos alcanzan a todos, sin importar quiénes somos o cuánto poseamos. Como señaló el propio Burne-Jones: “La rueda de la fortuna no para de girar, impasible, y nos lleva a todos por delante”.

Para aquellos interesados en la historia del arte o simplemente en reflexionar sobre la condición humana, la visita a esta obra en el Museo d’Orsay ofrece una experiencia inmersiva en los dilemas eternos de poder, destino y fortuna.

Con información de HA!

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